En una comarca de 10.000 habitantes, en 1888, antes de que llegara el agua o la luz a Santander, 35 personas tuvieron los primeros teléfonos gracias a don Eliseo Camacho, quien tuvo la exclusividad de manejar por 30 años la primera planta de telefonía local.
La energía eléctrica llegó tres años después. Santander fue la segunda región en tenerla después de Bogotá, gracias a Julio Jones y Rinaldo Göelkel, quienes instalaron en Chitota la primera planta que producía 300 caballos de fuerza.
La luz trajo cambios y despertó el espíritu migratorio hacia la región, lo que generó la apertura de las primeras industrias impulsadas por el auge de la energía eléctrica, claro que solo se permitían bombillos de 16 vatios, con tarifas de 50 centavos que fueron escandalosas para la época.
Empezando el siglo XX, Bucaramanga contaba con un rudimentario suministro de agua conocido jocosamente como el Acueducto de las Tres Bes: Bobo, Burro y Barril. Y es que ante la necesidad de traer el líquido de zonas distantes, se encargaba la tarea al ‘bobo’, para que fuera en ‘burro’ y cargara los ‘barriles’ con el agua para quienes tenían con qué pagar, claro que, relata la historia, también había ‘aguadores’ profesionales que traían el líquido de Las Chorreras de Don Juan, Los Aposentos, La Payacuá, La Guacamaya, La Rosita, Envigado y Los Escalones.
Al párroco de la Sagrada Familia, Monseñor José de Jesús Trillos, se le atribuye la creación, con 600 pesos, de la Compañía Anónima del Acueducto de Bucaramanga, para construir y explotar el suministro de agua por 50 años; era 1916.
Su gerente, Víctor Manuel Ogliastri, concretó el proyecto para transportar agua por canal desde la Quebrada El Hoyo hasta la planta Morrorrico. Entre los años 20 y 30 y gracias a empresarios privados, se instaló una planta generadora de energía, cuya potencia alcanzaba para dar servicio a 27 de los 73 municipios que había en Santander. La planta Zaragoza se surtía de las aguas del río Suratá. La provincia santandereana se fue iluminando de a poquitos con las centrales de Güepsa y La Cascada, en San Gil, y la línea de transmisión Barrancabermeja – Puerto Wilches y Termobarranca, las plantas de García Rovira, Hilebrija zona sur, la hidroeléctrica La Cómoda y la Empresa de Energía Eléctrica del Socorro.
La central hidroeléctrica del Río Lebrija se convirtió en un hito por ser la primera construida en alianza público privada: Nación, municipio y sector privado. Se le reconoce como su gran artífice a Benjamín García Cadena.
En el 50 todas las empresas de servicios estaban bien posicionadas y comenzaron a dar grandes pasos hacia el desarrollo tecnológico. En telefonía, por ejemplo, comenzó el servicio de larga distancia y se cristalizaron las Empresas Públicas de Bucaramanga, que tuvo la administración del matadero municipal, la plaza de ferias, los mercados públicos, el barrido de calles y la recolección de basuras. Estos servicios, salvo el de teléfonos, tuvieron nuevos administradores, debido a que el municipio de Bucaramanga vendió una parte de las acciones de la compañía antes del 2000.
En los 70, los teléfonos públicos eran protagonistas en los barrios, a un peso los tres minutos al aire, mientras la empresa se ingeniaba cómo tener la información de los contadores para controlar el servicio y fue Eduardo Gómez Ortiz, profesor del Inem, fotógrafo y camarógrafo, quien se inventó un sistema que, aunque rudimentario, era eficiente.
“Cada mes debía instalar una estructura de madera que me inventé, para tomar fotografías de cada contador de la telefonía y entregar ese material debidamente marcado a las digitadoras para que hicieran los recibos para cobrar el servicio”, recuerda.