Y es que no importa si el bumangués se crio en Pan de Azúcar, El Girardot, La Joya o La Aurora, a todos les endilgan cualidades como trabajadores, independientes, fuertes, nobles, honestos y emprendedores.
“Tenemos una forma muy basta de hablar, como si estuviéramos peleando y a veces nos interpretan mal. Creemos mucho en el honor, en la ‘palabra empeñada’ y predominan muchos valores hispánicos. Por eso las tradiciones católicas perduran”, explicó Álvaro Acevedo, historiador y docente de la Universidad Industrial de Santander, UIS.
De ahí viene la voluntad de madrugar a misa de aguinaldos a las 4:00 de la mañana o de decorar la casa con un pesebre enorme, muy típico en los hogares bumangueses, enfocado al lado cristiano español.
El bumangués, según Acevedo, es muy trabajador y casi que a las malas se enamoró de las labores, pues la tierra era árida y poco productiva, “por lo que le tocó a trabajar muy duro desde siempre”.
También es muy ahorrativo “porque es fatalista. Ven el futuro con escepticismo entonces es mejor ahorrar y prepararse para lo ‘malo’ que pueda venir que gastar o derrochar”, dijo el experto.
El arraigo del pensamiento liberal, de la propiedad y de la defensa del patrimonio, también llevó a que se defendiera lo propio y priorizara el trabajo duro por encima de cualquier otra acción.
Podcast: Viaje a la gastronomía bumanguesa
Cuáles son los sabores y aromas que acompañan a la ciudad. Expertos narran la particularidad de la gastronomía de Bucaramanga.
Sin embargo, es esa unión entre el amor por lo nuestro y el trabajo lo que los ha llevado a consolidar espacios y eventos pensados para la otra dimensión del ser humano, la diversión.
Es por esto que no sorprende que los eventos planeados por el Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga, Imct, registren buena asistencia o que los parques estuvieran concurridos incluso en pandemia.
Archivo / VANGUARDIA
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Sebastián Ágreda / VANGUARDIA
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Cortesía IMCT / VANGUARDIA
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Cortesía Alcaldía de Bucaramanga / VANGUARDIA
“Le encantan las actividades culturales, ir a la Concha Acústica, participar de la Feria de Bucaramanga. Le fascina ir a los parques que tanto caracterizan a la ciudad y ese fue un tema que nos tocó manejar en pandemia. La gente, las familias, no renunciaron a ir a dar una vuelta al parque ni durante esta época”, comentó Néstor Rueda, director del Imct.
Durante las 70 versiones de la Feria de Bucaramanga que se han realizado, por ejemplo, no hubo problemas por la falta de asistencia. Incluso, recuerda Rueda, son más los eventos en los que les toca controlar los aforos para evitar algún tipo de desmanes.
“El Festival de Piano, la Feria del Libro, el Festivalito Ruitoqueño, todos son eventos culturales que se han mantenido vigentes porque los bumangueses lo apoyan demasiado. Lo mismo con las exposiciones en el Museo de Arte Moderno, con el circuito de arte Centro con las Salas abiertas”, expuso el funcionario.
Los nacidos en esta tierra, dicen los expertos, tienen la costumbre de ser ensimismados en sus labores, de tener un fuerte arraigo por lo suyo y eso también puede explicar el amor que tienen por varias marcas típicas de la región.
Las infancias bumanguesas, por ejemplo, estaban los recuerdos de las pastas Gavassa, Freskaleche, Hipinto, Trillos o Mercadefan. Y ese amor por lo propio también se refleja, principalmente, en la especie de culto que le rinden a la gastronomía de la zona.
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Cuando un bumangués, que estuvo por fuera de estas calles llenas de guayacanes, vuelve a Bucaramanga debe alimentarse con lo mejor de su región: arepa de maíz pelado con chicharrón, mogolla de Trillos, Kola Hipinto y tamal.
Incluso, era típico que el familiar que venía de visita se devolviera a su nueva ciudad con varios paquetes de galletas Aurora. La comida puede ser una de las más grandes muestras de amor que los bumangueses reciban durante toda su vida.
“Los bumangueses de todos los tiempos han ido a comer a Shanghai, que tiene 70 años, o la Carreta, Dimarco o la Puerta del Sol. Si uno va de visita a otro lado siempre le piden Kola Hipinto, pan Trillos o las galletas. A los que no son bumangueses les parece muy dulce o muy feas, pero a nosotros nos encantan. Es la tradición, son emblemáticos”, explicó Armando Martínez, historiador y docente UIS quien dirige la revista Santander.
Sobre el tema, el director del Imct comentó que la gastronomía siempre ha unido a la región y se ha convertido no solo en un plan sino en una potencia económica.
“Para el bumangués salir a comer es un plan imbatible y la potencia gastronómica de la ciudad ha estado a la altura ante este deseo de comer bien. Amanecen rumbeando para ir a los desayunaderos típicos. Comen en el cuarto piso del mercado central, disfrutan la comida típica, la almojábanas y avena en la Lonchería la 36”, dice Rueda.