Un guerrero frente a las adversidades
Es un inmenso privilegio ser la portadora de tan gratas noticias para nuestra ciudad en un día histórico. El primer siglo de vida de Vanguardia es una hazaña indiscutible, que todos en Santander debemos celebrar.
Este periódico, que durante varias generaciones ha sido el reflejo de la identidad regional al relatar nuestros triunfos, anhelos, desafíos, debilidades y penurias, es más que un ícono institucional; es parte de nuestra esencia como sociedad.

Llegar a este envidiable aniversario ha significado para la familia editorial de Vanguardia superar desde su fundación infinidad de obstáculos, como fueron los vetos políticos y religiosos, las crisis económicas, la dispersión de las audiencias con la apabullante arremetida de la revolución digital, y sí; también les ha costado sangre, dolor y lágrimas, porque Vanguardia no estuvo inmune a la violencia que en este país nos ha dejado una huella en el alma marcada con fuego.
La Vanguardia Liberal comenzó a publicarse como un medio partidista, contestatario, irreverente, rebelde frente a una Colombia de hegemonía conservadora. Ventilaba las inquietudes de la otra colectividad que se abría camino con ideas de avanzada y de mayor apertura, que reivindicaba más libertades y que para la época eran mal vistas por la Iglesia católica, al punto que su fundador, Alejandro Galvis Galvis, fue excomulgado, al igual que su familia y varios de los lectores del periódico. También se salvó de milagro, tras ser el blanco de tiroteos en su carro y en su casa.
La siguiente embestida la encabezó el gobierno de Laureano Gómez, que impuso una censura a los contenidos del diario, lo que alimentó la ira de grupos retrógrados que terminaron incendiando sus instalaciones en 1953. Vanguardia no desfalleció, a pesar de que su maquinaria había sido destruida por completo. Al día siguiente se publicó en la imprenta de un amigo de la familia y el diario circuló con un titular que sigue tan vigente casi 70 años después: “Aquí estamos”.
Casi cuatro décadas más tarde el medio volvería a ser blanco de otro ataque feroz. En octubre de 1989 parte de sus instalaciones se desplomaron con la explosión de una poderosa bomba en un nuevo atentado de la guerra terrorista que lideraba el temido capo del narcotráfico Pablo Escobar.
Tres semanas antes, el periódico había cumplido 70 años y para celebrar aquel aniversario el presidente de entonces, Virgilio Barco, fue invitado para ofrecer un discurso en el que le declaraba la guerra al narcotráfico y al líder del Cartel de Medellín. El ataque terrorista fue en represalia a ese mensaje de rechazo a la violencia con que Escobar pretendía someter a todo un país. Vanguardia perdió a tres de sus empleados y otras diecisiete personas resultaron heridas.
Esta vez el corazón de la rotativa quedó intacto. Sin electricidad, escribiendo primero bajo la luz de las velas y después con generadores y computadores prestados; así en medio de los escombros y las trizas en que quedó el trabajo de dos generaciones, el periódico se levantó de entre las cenizas y al día siguiente circuló con un titular tan simple como desafiante: “Aquí seguimos”. Un mensaje contundente que Vanguardia enviaba para reafirmar su compromiso con la lucha contra el cáncer del narcotráfico.
A esa cruzada editorial se han sumado otras batallas importantes. En los ochenta, Silvia Galvis creó el departamento investigativo, que denunció la violación de leyes, de derechos humanos, la corrupción, creó conciencia sobre la necesidad de defender el medio ambiente y rescatar lo ético como parte de los valores y principios que sustentan la hoja de ruta del periódico.
Sus denuncias le valieron a Vanguardia varios premios de periodismo. Sin embargo; ese papel de fiscalización que Vanguardia, como cualquier medio independiente, ejerce sobre el ejercicio de la política y la labor de los funcionarios públicos también ha significado represalias. Algunos dirigentes han utilizado los dineros del Estado como un arma de venganza para “castigar’ al diario con la cancelación de la pauta publicitaria.
Los medios suelen estar bajo el asedio de intereses políticos; en algunos casos son estigmatizados como el enemigo, como un adversario político o como un representante de la oposición. La importante labor, que al decir de Albert Camus es la de “hablar mientras podamos, en nombre de los que no pueden”, suele incomodar a aquellos que usan el poder público para beneficio personal.
En el caso de Vanguardia, los vetos publicitarios con los que han querido silenciar al periódico han fortalecido aún más su compromiso de servicio hacia el departamento y su decisión de seguir denunciando los abusos de la política y la corrupción. Esa es una de las características de los santandereanos que es motivo de orgullo: decir las cosas ciertas de frente y sin tapujos.
El periódico también ha sabido sortear distintos momentos de dificultades económicas. La transformación corporativa y las inversiones en modernos equipos que lideró Alejandro Galvis Ramírez desde que asumió la dirección del periódico a los 24 años, pusieron los cimientos para que este medio se blindara en las épocas de vacas flacas. Lo hizo innovando, actualizándose en materia tecnológica y expandiendo sus horizontes, publicaciones y contenidos a otras regiones con la misma impronta de profesionalismo que caracteriza su larga trayectoria.
No es fácil mantenerse vigente en épocas tan difíciles para el periodismo mundial. Son muchas las publicaciones y periódicos que pierden la competencia y sucumben frente a la versatilidad y el alcance del mundo digital.
Colombia no está exenta de este fenómeno. Entre diciembre de 2018 y agosto de 2019 cerca de 400 periodistas han perdido su trabajo por la difícil situación económica que atraviesan los medios de comunicación. Otros medios han cerrado y la gran mayoría han disminuido su circulación.

Vanguardia sigue siendo relevante. Mientras las redes sociales generen un alto porcentaje de contenidos falsos, manipulados, tendenciosos e irresponsables, el público seguirá buscando fuentes que le son confiables y que han construido a pulso su credibilidad por décadas. El profesionalismo, la verdad y las historias bien contadas siguen siendo una buena apuesta. Más aún, cuando las personas que nos permiten conocer nuestro entorno y realidad se han levantado con valor de la adversidad y están comprometidos con una comunidad de lectores a la que le prestan un servicio fundamental con profesionalismo, independencia, integridad y un alto sentido de la responsabilidad social.
Tenía razón Gabo cuando dijo que el periodismo es el mejor oficio del mundo. Lo es, en la medida en que nos da acceso a una información útil que nos permite progresar, aprender, cuestionar, analizar y estar mejor informados sobre lo que nos afecta como comunidad. Ese es el temple que nos identifica. Ese es el carácter que como santandereanos compartimos con Vanguardia; y en sus páginas seguiremos contemplándonos frente al espejo para conocernos mejor.
Muchas felicidades y larga vida.