Este especial es un producto de la Casa Editorial Vanguardia, elaborado en el marco de la celebración de los 60 años de gestión ambiental de la CDMB. Se desarrolló a partir de la memoria periodística de Vanguardia, registros institucionales, y el libro conmemorativo “50 años de la CDMB”, que fue nuestra fuente para datos históricos y fotografías de archivo.
Con el apoyo de
Octubre de 2025
Gerente Comercial
Manuel Guillermo Carrascal
Coordinadora Comercial
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Coordinadora de Mercadeo
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Ejecutiva Comercial
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Editor de Contenido
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Producción Audiovisual
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Contenido Audiovisual y Fotografía
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Todos los derechos reservados Galvis Ramírez & Cia S.A. Bucaramanga - Colombia - 2025. Prohibida su reproducción total o parcial, sin autorización escrita de su titular.
Amanda Lucía Parra llegó a la CDMB como aprendiz del SENA y, con esfuerzo y dedicación, pasó por diferentes roles hasta consolidarse en el área de contabilidad, donde continúa hoy. Su carrera estuvo marcada por un ascenso como reconocimiento a su labor y por su cercanía a la Dirección General, desde donde apoyó procesos clave para la gestión institucional.
Más allá de los cargos, valora el trabajo en equipo y la solidaridad de sus compañeros en momentos decisivos. Para ella, la CDMB es una segunda familia que le permitió crecer profesionalmente y aplicar valores como la responsabilidad, la honestidad y la eficiencia, dejando huella en quienes la rodean.
Antonio Mejía inició su trayectoria en la CDMB como celador de predios en el Jardín Botánico, cuidando áreas de invasiones, talas y minería ilegal. Hace seis años asumió la taquilla del Jardín Botánico, un cambio significativo que le permitió interactuar directamente con los visitantes.
Hoy, orienta a las personas para preservar flora y fauna, dejando un impacto positivo en la educación ambiental. Próximo a cumplir 40 años en la planta y con el reconocimiento de ser una persona confiable y responsable, afirma que trabajar con este grupo ha sido lo mejor que le ha pasado.
Con una trayectoria que comenzó como Analista de Recaudos y continuó como Técnico Administrativo, Betty Villamizar Bohórquez ha dedicado su labor al fortalecimiento del área financiera de la CDMB. Desde Tesorería Egresos, ha gestionado con eficiencia procesos clave que han contribuido al buen recaudo en cartera persuasiva, asegurando los recursos necesarios para el cumplimiento de proyectos ambientales.
Su compromiso no solo se refleja en los resultados financieros, sino también en su participación activa en actividades de Bienestar Social, como el grupo de teatro y los eventos deportivos, aportando al sentido de comunidad dentro de la entidad, destacándose por su sentido de pertenencia.
En agosto de 1983 comenzó el camino de Claudia Patricia Carvajal en la CDMB como supernumeraria en la División de Recursos Naturales. Desde entonces, ha ocupado diversos cargos en presupuesto, tesorería y contabilidad, hasta ser nombrada Jefe de Contabilidad en 1991, posición que ha mantenido con dedicación y excelencia. Su trayectoria refleja una evolución constante dentro de la entidad, marcada por la responsabilidad y el compromiso.
Entre sus logros destaca haber convocado a todas las Corporaciones Autónomas Regionales del país para discutir la Resolución 593 de 2018, mostrando liderazgo técnico. Además, ha promovido prácticas sostenibles dentro de la entidad, contribuyendo a una gestión pública más eficiente y ambientalmente responsable.
Elba Torres Moreno inició en 1991 como secretaria mecanotaquígrafa y, con constancia y formación, llegó a coordinar el Grupo de Gestión Documental, Información y Archivo. Su experiencia abarca desde la atención ciudadana y el acompañamiento a comunidades rurales hasta la organización de los procesos documentales de la CDMB.
Su gestión ha dejado huella tanto en la preservación de recursos naturales como en la conservación de los archivos institucionales. Para ella, la CDMB ha sido el lugar donde ha crecido personal y profesionalmente, sacando adelante a su familia y aportando con dedicación a la misión ambiental.
En 1987, Eliberto Valbuena Duarte comenzó como contratista y conductor en la CDMB. Gracias al apoyo de la entidad, culminó sus estudios de bachillerato y se convirtió en profesional universitario, además de realizar varios diplomados.
Asegura conocer los 13 municipios bajo la jurisdicción “como la palma de su mano” y ha participado en proyectos de gran impacto, como la reglamentación de la quebrada La Angula. Para él, trabajar en la CDMB es un motivo de orgullo, pues ha permitido no solo su desarrollo, sino también la educación de sus hijos.
En 1996, Gloria Sefora Lozano Botache ingresó como profesional universitaria y, con el tiempo, asumió el rol de profesional especializada. Sus funciones iniciales se centraron en el manejo del arbolado urbano y el control y vigilancia, para luego enfocarse en la restauración de coberturas.
Su trabajo ha tenido un impacto positivo en la protección ambiental y ha estado marcado por la responsabilidad, honestidad y disciplina. Gloria siente orgullo de haber puesto sus conocimientos al servicio de los usuarios y de contribuir a la solución de sus necesidades.
La historia de Hipólito en la CDMB comenzó el 1 de octubre de 1962 como aprendiz del SENA, apoyando procesos contables en la Subdirección Administrativa y Financiera. Con el tiempo, su trayectoria lo llevó al área de Talento Humano, donde hoy se desempeña como Profesional de empleo público, cargo que obtuvo por mérito en una convocatoria de la CNSC entre 43 aspirantes.
Durante 44 años, ha sido parte esencial en la selección e inducción de funcionarios comprometidos con la misión ambiental de la entidad. Su paso por la CDMB está marcado por el compromiso, el respeto y la responsabilidad, y para él, esta institución representa mucho más que trabajo: es su segundo hogar.
Para Hugo Orlando Angarita Rodríguez, la CDMB no ha sido solo su lugar de trabajo: ha sido su casa y su familia extendida. Ingresó en 1984 como tecnólogo y obtuvo después una formación como ingeniero forestal, lograda gracias a licencias no remuneradas, lo cual le permitió ascender a Profesional Universitario mediante concurso en la CNSC, consolidando así una carrera ligada al territorio y a sus comunidades.
Su huella en la entidad es amplia y diversa: desde jornadas de arborización urbana y trasplantes de árboles adultos, hasta proyectos de desarrollo humano sostenible con pescadores del río Lebrija. Ha liderado iniciativas pioneras como el primer esquema de pago por servicios ambientales para el páramo de Berlín y la declaratoria de áreas protegidas como DRMI Honduras y El Aburrido.
Desde 1996, Jorge Eliécer Ayala Rangel ha sido mensajero en la CDMB, una labor que, más allá de la entrega de documentos, contribuye al buen funcionamiento de la institución. En 2008 fue reconocido como el primer mensajero elegido “Mejor Funcionario de la Entidad”, distinción que lleva con orgullo.
Su trabajo diario asegura que la imagen corporativa de la CDMB se mantenga como una entidad cumplida y confiable. Con responsabilidad, empatía y compromiso, dice sentirse satisfecho de aportar a la protección del agua y otros recursos naturales, dejando siempre su granito de arena.
Jorge Eliecer Vásquez García inició su labor en la CDMB como Técnico Auxiliar de Recursos Naturales, supervisando celadores en predios institucionales. Con el paso de los años, ascendió a cargos como Técnico de Aforos, Técnico Operativo y Técnico Administrativo, hasta llegar al cargo de Profesional de grado 9 por encargo. Su formación en Administración de Empresas, Zootecnia y una especialización en Ingeniería Ambiental han sido clave en su crecimiento.
Desde 1994, cuando la CDMB asumió funciones ambientales, ha trabajado en el seguimiento de licencias, fortaleciendo la misión institucional. Respeto, responsabilidad y amor por la entidad han marcado su paso, y valora profundamente la estabilidad laboral y el bienestar que ha podido brindar a su familia.
El compromiso de José Alberto Peña con el medio ambiente se ha forjado desde sus primeros pasos en la CDMB, cuando ingresó como Técnico Administrativo para trabajar en extensión rural y manejo de cuencas hidrográficas. Entre sus aportes más significativos destacan el plan de manejo de la cuenca superior del río Lebrija y el proyecto de manejo de residuos en El Playón 12000, iniciativas que combinan conocimiento técnico y cercanía con las comunidades.
Respeto, justicia y responsabilidad han sido parte de su sello personal, visibles tanto en su labor de educación ambiental como en la forma de relacionarse con el territorio y sus oportunidades. Su trayectoria no solo respalda la misión institucional, sino que también refleja un proyecto de vida dedicado a la protección y conservación de los recursos naturales.
Con casi 46 años de servicio, Luis Alejandro Mora Durán inició como auxiliar de aforos y, con el tiempo, ocupó diferentes cargos hasta llegar a la carrera administrativa. Su trabajo siempre ha estado ligado al recurso hídrico, midiendo caudales y analizando datos.
Actualmente, como técnico administrativo, mantiene un compromiso firme con el trabajo en equipo y la atención a usuarios. Sus continuas recomendaciones para el buen manejo de los recursos naturales y la prevención de la contaminación reflejan su compromiso con el medio ambiente.
Marcela Yohana Jurado llegó a la CDMB en 1996, con un uniforme de auxiliar de servicios generales y muchas ganas de salir adelante. Lo que no imaginaba era que ese primer paso marcaría un antes y un después en su vida: un giro completo en lo físico, lo emocional y lo económico.
Con el tiempo, su rol evolucionó. Se involucró en correspondencia, se familiarizó con procesos, y hoy forma parte de la Subdirección de Gestión de Riesgo. Desde allí, ha logrado algo que la llena de orgullo: llevar soluciones reales a su comunidad, afectada por temas de erosión, a través de obras de estabilización que ella misma ha ayudado a impulsar.
En el año 1986, Mariano Suárez Bueno ingresó a la CDMB como Auxiliar de Aforos, realizando mediciones de caudales, registros meteorológicos y tareas técnicas vinculadas al sismógrafo y al proyecto Alto Lebrija. Con el tiempo, se formó como Tecnólogo Agrícola en la UIS y pasó a desempeñarse como Extensionista, participando en campañas ambientales, control de fauna y minería, y promoviendo el uso de especies sustitutas en Semana Santa.
Mariano considera el fortalecimiento de la producción rural sostenible como su mayor legado en la entidad, acompañando asociaciones campesinas en proyectos de apicultura, cultivos como aguacate, mora y lima, y la conservación de ecosistemas. Desde la sensibilización estudiantil en el Jardín Botánico hasta la implementación de PRAES y mercados verdes, su impacto ha sido profundo. Para él, trabajar en la CDMB ha significado aprender a escuchar, entender al otro y sembrar esperanza para las futuras generaciones.
Mario Hernando Quijano Machuca se unió a la CDMB en 1985 como Jefe del Área Contable. Actualmente es Profesional Especializado en la Oficina Asesora de Direccionamiento Estratégico Institucional, ADEI.
A lo largo de cuatro décadas de servicio, Mario contribuyó a la construcción de los estados financieros de la Entidad, y con el tiempo, fortaleció el componente financiero institucional mediante la proyección de presupuestos y la gestión de créditos de gran importancia para la entidad, ayudándole a marcar su huella en la Corporación y en el desarrollo sostenible de la región.
Para Orlando Antolinez Landazábal, servir con amor a la institución ha sido el motor de más de tres décadas de trabajo en la CDMB. Su paso por la entidad comenzó en 1988 como viverista y, más tarde, como operario calificado en carrera administrativa, siempre enfocado en la producción de material vegetal.
Ese conocimiento y experiencia, cultivados día a día, han contribuido al fortalecimiento de los ecosistemas y a la conservación del medio ambiente, respaldando proyectos que mantienen vivo el patrimonio natural de la región. Orgulloso de pertenecer a una entidad reconocida a nivel nacional, ha sabido aportar más que trabajo: ha dejado una huella de compromiso y dedicación en cada planta y cada acción emprendida.
Pedro Antonio Anaya Pico llegó a la CDMB en 1989 como contratista y, al año siguiente, ingresó a la planta de personal. Inició en el nivel técnico con labores de extensión rural y con el tiempo, se profesionalizó y comenzó a liderar procesos de producción sostenible y negocios verdes.
Su trabajo ha dejado huella en la región, especialmente en Soto Norte, donde en los años 90 impulsó proyectos de recuperación de coberturas vegetales con alto impacto ambiental, social y económico. Reconocido por su colaboración e integridad, ha promovido prácticas amigables con el medio ambiente y el desarrollo sostenible, fortaleciendo así la misión ambiental de la Corporación.
Desde 1996, Pedro Samuel Durán Barajas ha trabajado como operario calificado en el vivero de la CDMB, aportando con su experiencia en producción, siembra de semillas, inventario y entrega de material vegetal. Su formación como bachiller agropecuario, complementada con capacitación del SENA, le ha permitido manejar de forma precisa equipos, herramientas y semillas.
Su labor contribuye a la siembra y cobertura de zonas sin árboles, protegiendo quebradas y nacimientos de agua en los 13 municipios de la jurisdicción. Con honestidad y responsabilidad, se siente afortunado de haber dedicado tantos años a la entidad, logrando desarrollo personal, laboral y bienestar para su familia.
Ricardo Villalba Bernal ingresó a la CDMB en diciembre de 1988 como Técnico Administrativo, iniciando como extensionista rural en programas de reforestación y sistemas agroforestales. Durante 36 años ha contribuido al aumento de coberturas vegetales, la reducción de conflictos de uso del suelo y la mejora de la calidad de vida en zonas rurales.
Participó en la declaratoria de más de 54 mil hectáreas de áreas protegidas y en la formulación de sus planes de manejo, dejando una huella en la conservación de la biodiversidad. Su labor, guiada por la diligencia y el respeto, ha fortalecido la conciencia ambiental y dejado un legado en ecosistemas, comunidades y procesos de ordenamiento territorial.
El 5 de agosto de 1988, Roberto Fuentes Gil inició en la CDMB como supernumerario en el área administrativa. En 1991 fue nombrado en libre remoción y en 1997 ingresó a carrera administrativa por concurso abierto. Desde entonces, su experiencia lo ha llevado por áreas clave como contabilidad, tesorería y gestión del talento humano.
Durante 14 años, su labor en tesorería se destacó por su eficiencia y calidad en el servicio. Considera que todos los logros alcanzados en la entidad han sido motivo de orgullo y que su compromiso ha tenido un impacto positivo en el cumplimiento de la misión ambiental de la CDMB.
La historia de Rosa María Bueno Chanaga en la CDMB comenzó en 1981 como auxiliar administrativa, apoyando las labores de biología en el Jardín Botánico. Desde entonces, ha asumido diferentes responsabilidades que han fortalecido el trabajo institucional y contribuido al cumplimiento de la misión ambiental.
Su compromiso y dedicación le han permitido ascender y adquirir valiosas experiencias y conocimientos, aportando de manera constante a las acciones de conservación y cuidado del medio ambiente que desarrolla la Corporación. Más que un empleo, su paso por la CDMB ha significado aprendizaje, crecimiento y el orgullo de pertenecer a una institución que valora el esfuerzo y la entrega de su gente.
William López Oviedo inició su camino en la CDMB el 2 de febrero de 1988 como contratista, y pocos meses después, el 12 de mayo, se posesionó como Técnico Administrativo. En sus primeros años, recorría veredas a pie, socializando programas ambientales, entregando material vegetal y planificando unidades de producción finca por finca. Su labor fue clave en municipios como Tona y Charta, donde promovió la protección de los recursos naturales desde el trabajo directo con las comunidades.
A lo largo de su trayectoria, ha aportado en múltiples áreas, siempre con responsabilidad, honestidad y vocación de servicio. Para William, la CDMB ha sido más que un lugar de trabajo: ha sido su segundo hogar, el espacio donde creció profesionalmente y fortaleció sus capacidades, dejando huella en el territorio y en las personas que lo habitan.
Desde 1988, Ismael Delgado ha estado vinculado a la CDMB, comenzando como viverista y luego como operario calificado. Ha organizado cronogramas de producción de material vegetal para aprovechar la temporada de lluvias y ha supervisado el trabajo de cuadrillas en predios y en el Jardín Botánico.
Se enorgullece de su sentido de pertenencia y del cuidado que imprime al manejo de herramientas y máquinas. Reconoce que lo caracteriza la responsabilidad y que “pone el corazón” en cada tarea, algo que incluso le han manifestado sus compañeros.
El paso de María Ligia Vargas Márquez por la CDMB inició el 19 de febrero de 1996 como abogada en la Oficina de Jurisdicción Coactiva, donde además asumió procesos disciplinarios, trámites de escrituración y evaluaciones jurídicas de licitaciones públicas. Con el tiempo, su conocimiento y compromiso la llevaron a coordinar trámites ambientales y procesos sancionatorios, aportando a que las actividades humanas se desarrollen de forma sostenible.
Su mayor satisfacción ha sido garantizar, desde la vía jurídica, la protección del medio ambiente y la reparación del daño ambiental. Honesta, cumplida y responsable, ve en su trayectoria una experiencia enriquecedora que ha marcado su vida profesional y personal.
Desde 1996, Zilec Doris Archila ha sido parte activa de la CDMB, desempeñándose inicialmente como técnica administrativa. Su paso por áreas como normalización, contabilidad, presupuesto, cartera y recursos físicos le ha permitido aportar al fortalecimiento de procesos clave para el funcionamiento institucional.
Además de su labor técnica, ha llevado a las comunidades conocimientos sobre el cuidado del medio ambiente, asesorando en trámites y compartiendo saberes sobre plantas que ayudan a la conservación de fuentes hídricas. Su sentido de pertenencia y compromiso han sido el motor de su trayectoria.
La historia de la sede principal de la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB) es un reflejo del crecimiento y consolidación de la entidad a lo largo de las décadas. Aunque la corporación fue creada oficialmente en 1965, su primera ubicación física se dio en un punto estratégico del centro de la ciudad: la esquina de la carrera 18 con la calle 31.
Con el tiempo, y ante el aumento de responsabilidades, personal y cobertura, la CDMB trasladó su sede a la esquina de la calle 34 con carrera 17. El edificio, propiedad de Jorge Silva Valdivieso, albergó a la corporación en calidad de arrendataria. Esta etapa marcó un periodo de transición en el que se fortalecieron las áreas técnicas y se consolidaron los procesos internos, aunque la entidad aún carecía de una infraestructura propia.
La necesidad de contar con un espacio más amplio y propio llevó a un momento clave en la historia de la sede. Bajo la dirección del doctor Carlos Enrique Virviescas Pinzón, el 11 de junio de 1996 la corporación se trasladó al lugar que hoy ocupa: un extenso lote adquirido en el barrio Bolívar, entre las calles 37 y 39 con carrera 23, frente al Parque Bolívar. La compra de estos terrenos permitió proyectar y habilitar instalaciones administrativas modernas y funcionales, pensadas para albergar todas las dependencias en un solo lugar.
Desde sus comienzos, la sede del Parque Bolívar ha sido mucho más que un espacio de trabajo. Se ha convertido en el centro desde donde se planifican y coordinan programas de conservación, proyectos de educación ambiental y estrategias de manejo sostenible de los recursos naturales. Su ubicación y dimensiones han facilitado no solo la atención al público y la articulación interinstitucional, sino también el desarrollo de actividades formativas y comunitarias.
Aunque la trayectoria de la CDMB como entidad se remonta a 1965, la evolución de sus sedes refleja de forma tangible su crecimiento institucional. Del pequeño espacio inicial en el centro de la ciudad, pasando por una sede arrendada que permitió expandir operaciones, hasta llegar al amplio complejo propio en el Parque Bolívar, la historia de su sede principal es un testimonio de adaptación, visión y compromiso con la misión ambiental que guía a la corporación, un legado que hoy continúa fortaleciéndose tras casi seis décadas de servicio ininterrumpido hacia la sociedad.
El Jardín Botánico Eloy Valenzuela es mucho más que un pulmón verde: es un santuario de vida, ciencia y memoria. Lleva el nombre del sacerdote y botánico gironés Juan Eloy Valenzuela Mantilla, figura clave en la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, cuyo legado de estudio y amor por la biodiversidad inspiró cada rincón de este espacio natural.
Con 7.5 hectáreas de extensión, el Jardín alberga cerca de 400 especies de flora que dan refugio y alimento a aves, mariposas y otras especies de fauna local y migratoria. Aquí, cada visitante tiene la oportunidad de detener el tiempo para contemplar, aprender y conectarse con la naturaleza.
La idea de crear un jardín nació con la visión de Luis Arango Restrepo, y fue respaldada legalmente en 1982 bajo la Ley 13, que estableció al Jardín como una entidad pública. A partir de allí comenzó la configuración científica de sus colecciones de plantas vivas, base de su misión conservacionista.
En 1987, se oficializó el Herbario CDMB, hoy un patrimonio invaluable de los santandereanos. Finalmente, el 3 de agosto de 1990, el Jardín abrió sus puertas al público, consolidándose como un espacio de encuentro entre la ciencia, la educación y la comunidad.
Grandes profesionales como Jorge Brand, Alicia Rojas y Ludy Archila sentaron las bases de la investigación y conservación de especies nativas y amenazadas. Con el tiempo, el Jardín fortaleció su vocación científica y educativa, y en 2009 nació el Orquidiario Pedro Ortiz Valdiviezo, gracias al apoyo de la Asociación de Orquideología de Santander - ASORQUISAN, que se convirtió en una joya para el estudio y la admiración de estas flores.
La historia del Jardín también ha estado marcada por momentos difíciles.
En 2011, cerró temporalmente sus puertas para adecuaciones en senderos e infraestructura, manteniendo activa la labor investigativa y reabriendo en 2012.
Más tarde, en enero de 2020, una avalancha en Río Frío destruyó lagos y senderos. Poco después, la pandemia de COVID-19 obligó a un cierre de 22 meses, que dejó en pausa su encuentro con la comunidad, pero no su misión científica.
Con visión responsable, se eliminaron las recordadas iluminaciones navideñas que alguna vez adornaron el Jardín, priorizando la protección de la fauna y flora nativa. Porque más allá de lo vistoso, lo esencial siempre ha sido la vida.
Actualmente, el Jardín Botánico Eloy Valenzuela continúa su labor como centro de conservación, investigación y educación ambiental, en alianza con universidades y organizaciones locales e internacionales. Sus programas de monitoreo de biodiversidad y la constante protección de especies nativas hacen de este espacio un lugar indispensable para la ciencia y la comunidad.
Más que un jardín, es un legado vivo de Santander, un lugar donde la historia, la resiliencia y la naturaleza se entrelazan para recordarnos que cuidar la vida es cuidar nuestro futuro.
El Diviso se consolidó como un espacio de formación y capacitación ambiental, donde la CDMB, desde 1987, ha desarrollado talleres y eventos con universidades y comunidades. Este lugar se ha caracterizado por promover la educación ambiental, la sensibilización ciudadana y el compromiso institucional con la conservación.
Allí se han adelantado procesos pedagógicos que permiten a los estudiantes, docentes, líderes comunitarios y visitantes, acercarse de manera práctica al conocimiento de los ecosistemas, los recursos naturales y las estrategias de protección ambiental. Con su enfoque participativo, El Diviso se ha convertido en un escenario de encuentro y reflexión, en el que la educación se convierte en herramienta clave para proteger la riqueza natural de Santander y proyectarla como un legado para las futuras generaciones.
La CDMB ha trabajado desde 1987 en la consolidación de El Rasgón como un espacio dedicado a la educación ambiental, la investigación científica y la conservación de los ecosistemas. Ese mismo año, se diseñó el Plan Integral de Desarrollo Arquitectónico y Paisajístico de la Estación Experimental El Rasgón, realizado por la firma Leiva Cescas Paisajistas Ltda. Este plan contempló áreas deportivas y de camping, kiosco de esparcimiento, lago de pesca, lagos de oxidación, vivero agroforestal y el cerramiento de la estación piscícola, proyectando a El Rasgón como un espacio de investigación y recreación en armonía con la naturaleza.
En 1999, la CDMB identificó la urgencia de proteger ecosistemas estratégicos dentro de su jurisdicción. Tras estudios iniciados en 2001, el Consejo Directivo, mediante el acuerdo 1168 del 18 de diciembre de 2009, declaró 6.596 hectáreas de área protegida en la parte alta de las subcuencas de los ríos de Oro y Manco, en Piedecuesta y Tona.
Paralelamente, se adecuaron caminos como senderos ecológicos para resaltar el valor de los bosques de niebla de El Rasgón, se instaló una estación meteorológica para fortalecer la investigación climática y se implementaron parcelas agroforestales con cultivos como tomate de árbol, aguacate Hass, lulo y uchuva, favoreciendo el aprendizaje comunitario y la transferencia de conocimientos hacia las comunidades rurales.
El Rasgón también ha sido escenario de investigaciones científicas y tesis universitarias, entre ellas la propuesta de crear un área satélite del Jardín Botánico Eloy Valenzuela para la conservación in situ y ex situ de la flora andina y altoandina. Además, allí se han realizado valiosos estudios en biodiversidad, incluso con el descubrimiento de nuevas especies para la ciencia.
Desde hace más de dos décadas, el CAV es el corazón de la protección animal en la jurisdicción de la CDMB.
Su historia inicia en 1998, cuando el Grupo de Fauna Silvestre comenzó su labor en unas modestas perreras, atendiendo animales silvestres rescatados. Con el paso del tiempo y gracias al compromiso por conservar nuestra biodiversidad, entre 2002 y 2003 se diseñó y construyó el primer Centro de Atención y Valoración (CAV–CEARFS), que abrió sus puertas en 2004 en la finca La Esperanza, antigua sede de la cervecería Clausen.
Allí funcionó hasta finales de 2013, año en el que fue trasladado a su sede actual en la vereda Helechales, municipio de Floridablanca, un espacio especialmente adecuado para la recuperación, y valoración de fauna silvestre.
Hoy, el CAV es referencia regional en rescate, atención y liberación de animales, cumpliendo con la misión que establece la Ley 99 de 1993 y el Sistema Nacional Ambiental – SINA.
Rescatada con una grave herida en su nariz, esta kinkajú adulta llegó al CAV de la CDMB en estado crítico. No podía alimentarse, sus incisivos quedaban expuestos y una infección amenazaba su salud.
Gracias al trabajo conjunto del equipo veterinario del CAV y la Universidad Cooperativa de Colombia, recibió tratamiento antibiótico, analgésicos y una delicada cirugía reconstructiva (colgajo de avance en H) que le devolvió la funcionalidad y protección de sus vías respiratorias.
Semanas después, y tras superar con éxito las pruebas de olfato, volvió a trepar árboles y respirar al aire libre en una zona de reserva protegida. Su historia es un recordatorio de que cada vida silvestre cuenta… regresando así a la libertad que nunca debió perder.
El 5 de junio de 1981, se inauguró, por primera vez, el Laboratorio de Aguas y Suelos, ubicado en la Finca La Esperanza (vereda Casiano, municipio de Floridablanca). El laboratorio inició con un área independiente de 438 m², localizada en el Edificio No. 7 de la finca, y fue adscrito a la Subdirección Técnica, de la Dirección de Recursos. Desde sus primeros años, el laboratorio asumió la misión de realizar análisis fisicoquímicos y microbiológicos de agua y suelos, tanto para clientes internos de la CDMB como para usuarios externos.
Con la promulgación de la Ley 99 de 1993, se creó el Ministerio del Medio Ambiente y se consolidaron las Corporaciones Autónomas Regionales, entre ellas la CDMB, el laboratorio pasó a ser adscrito a la Subdirección de Ordenamiento y Planificación Integral del Territorio (SOPIT).
En el año 2015, el Laboratorio fue trasladado de la Finca La Esperanza a los predios de propiedad de la CDMB, contiguos a la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales – PTAR Río Frío, debido a que las instalaciones de la Finca La Esperanza, serían destinadas al proyecto turístico Ecoparque Cerro del Santísimo de la Gobernación de Santander. Su operación, se vio reducida a atender temas puntuales de la entidad.
Tras varios años de gestión institucional, la Subdirección de Gestión del Riesgo y Seguridad Territorial (SURYT) logró el diseño y construcción de la nueva infraestructura del laboratorio, concebida con un enfoque amplio y moderno, que responde a las necesidades actuales y fortalece las capacidades técnicas del análisis ambiental de la CDMB.
A la par, en 2020 dio inicio el proceso de actualización tecnológica, realizando acercamientos con proveedores nacionales e internacionales, así como análisis de oferta del mercado. En 2021, en el marco de un Comité Primario, se definieron las tecnologías a adquirir, se consolidaron las especificaciones técnicas y se estableció la nueva denominación del laboratorio: Laboratorio de Aguas, Suelos e Hidrobiológicos – LASH.
En 2022, se cerró el proyecto con la firma del contrato de suministros No. 14014-03, que contempló la adquisición de equipos de última tecnología, reactivos, materiales de laboratorio y calibraciones.
El 16 de diciembre de 2022 se entregó a la Subdirección de Ordenamiento y Planificación Integral del Territorio (SOPIT) la nueva infraestructura del laboratorio, ubicada en el Anillo Vial, Girón LT PR3+958, vereda Río Frío del municipio de Girón, Santander.
La infraestructura moderna incorporó cabinas extractoras de gases, refrigeradores especializados para conservar las muestras y purificadores de agua tipo I y II, también se sumaron equipos que fortalecen el trabajo del laboratorio, como un sistema automático que permite el análisis de muestras en simultaneidad (OMNIS Sample Robot Metrohm), un extractor para separar sustancias como grasas y aceites (Extractor E-800 Büchi), un digestor y un destilador que permiten medir el contenido de nitrógeno en las muestras (Büchi K-439 y Büchi K-365), así como un espectrofotómetro que, mediante el uso de la luz, ayuda a identificar y cuantificar diferentes sustancias presentes en el agua y el suelo (Perkin Elmer Lambda 365+). A estos se suman un cromatógrafo iónico (Thermo Scientific IC-ICS-6000), que permite identificar y medir sales y compuestos presentes en el agua, y un espectrómetro de plasma con masas de triple cuadrúpolo (iCAP TQe ICP-MS con XS), que posibilita detectar y analizar con gran precisión metales y otros elementos en concentraciones muy bajas.
En 2023 se llevó a cabo la recepción e instalación de los equipos, junto con la capacitación del personal en su operación. Paralelamente, se desarrolló la fase documental, que incluyó la revisión, actualización y derogación de manuales, procedimientos, instructivos y formatos previamente integrados al Sistema Integrado de Gestión y Control.
Durante los años 2024 y I semestre de 2025, el LASH intensificó las actividades de acondicionamiento y alistamiento para el proceso de ampliación del alcance de acreditación de la CDMB ante el IDEAM, en la matriz Agua (superficiales, subterráneas y residuales). Estas acciones comprendieron la validación documental, la puesta en marcha de equipos, la ejecución de pruebas piloto para definir rangos de operación y la delimitación del alcance técnico. De manera paralela, se avanzó en la actualización de procedimientos internos, la implementación de formatos de control de calidad y la preparación de evidencias técnicas necesarias para la auditoría de acreditación bajo la norma ISO/IEC 17025:2017.
En junio de 2025, el laboratorio culminó de manera satisfactoria la Etapa 1 de la auditoría de acreditación ante el IDEAM, en la cual se verificaron la documentación, la infraestructura y la competencia técnica inicial. Posteriormente, en agosto de 2025, se desarrolló la Etapa 2, correspondiente al atestiguamiento en campo por parte de los auditores del IDEAM, quienes evaluaron directamente la aplicación de los métodos de ensayo, la toma de muestras y la competencia del personal en parámetros fisicoquímicos, microbiológicos y en la caracterización de aguas superficiales, subterráneas y residuales.
Finalmente, se proyecta que, en el año 2026, la CDMB reciba el acto administrativo del IDEAM que acredite oficialmente al Laboratorio de Aguas, Suelos e Hidrobiológicos – LASH, “…para producir información cuantitativa, física y química, destinada a los estudios y análisis ambientales requeridos por las Autoridades Ambientales competentes, así como a aquellos relacionados con la calidad del medio ambiente y de los recursos naturales renovables…”.